Las nuevas descalificaciones que el "Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo" ha lanzado contra Francisco José Alcaraz –presidente de la principal y más representativa asociación de víctimas del terrorismo de nuestro país–, es una nueva muestra de hasta qué punto Peces Barba no ceja en su misión para la que fue llamado, que no es otra que la de neutralizar a las víctimas ante la determinación del Gobierno del 14-M de llegar a acuerdos con la organización terrorista ETA.
No contento con discriminar a la AVT al no convocarla a la reunión que sí mantuvo el pasado 11 de noviembre con dos organizaciones de víctimas del 11-M, Peces Barba ha arremetido contra su presidente al que ha acusado de mantener un "comportamiento sectario y de dividir a las víctimas".
Para comportamiento sectario y cizañero, el que ha demostrado Peces Barba desde el mismo momento de su nombramiento en el cargo. Nada más llegar, se negó a manifestarse junto a quienes –se supone– venía a representar y defender; no tuvo reparos en mentir a la opinión pública al negar lo que había comunicado en sus reuniones a las asociaciones de víctimas, que no era otra cosa que las concesiones a ETA que el Gobierno barajaba llevar a cabo. No ha pronunciado la menor queja contra la supresión de subvenciones a las víctimas de la AVT, como tampoco ha elevado la menor protesta ante el hecho de que los proetarras vuelvan a tener fondos públicos y representación parlamentaria a través de los neobatasunos del PCTV. Jamás se ha revelado –ni como supuesto representante de las víctimas, ni como catedrático en Derecho– contra la manifiesta voluntad del Gobierno de sortear el Estado de Derecho con tal de lograr, mediante pagos políticos y penitenciarios, una tregua por parte de los terroristas.
Si alguien ha demostrado, por el contrario, alcanzar los máximos consensos entre las víctimas y el mayor poder de convocatoria social, ese ha sido Francisco José Alcaraz, quien –a diferencia de Peces Barba– sí cuenta con el respaldo de quienes representa. Peces Barba debe el cargo al dedo de Zapatero, cuya política es, precisamente, la que más alarma ha provocado entre las víctimas, la que más esperanza ha hecho recobrar entre los verdugos, en toda la historia de nuestra democracia.